martes, 1 de diciembre de 2015

Cuando te das cuenta de que has vuelto a abrir tu corazón.
Ese es el momento en el que te vuelves a "matar". Ese es el momento en el que te arrepientes y estas con una soga al cuello. Ese momento que no te esperabas para nada pero míralo, ahí está. Y es que no podías ni pensar que fuera a pasar otra vez, que pudieras ser tan tonta, que pudieras abrirte por completo a alguien sin importar el donde, el cuando y ni siquiera el como. Pero ahí estamos, vivimos en un mundo en el que el que va detrás llora por las noches y el que se hace el chulo y orgulloso es capaz de ponerse el mundo por montera. Vivimos en un mundo en el que mostrar nuestros más puros sentimientos aburre y pasamos a ser ese temido "uno más". Pero es nuestra culpa. Piensa en ti. A ti te pasa lo mismo. Quieres que te lo pongan difícil y cuanto mas, mejor. Pero llega un punto en el que quieres enamorarte de alguien fácil, alguien q que este ahí y vaya a estarlo para siempre. Pero no. Tu tienes que enamorarte de una copia de tu error garrafal. Tu tienes que volver s caerte de cara contra el suelo para acabar partiéndotela tu solita otra vez, pero eso si, con una piedra diferente. 
Siempre dices lo mismo "me canso yo, no ellos" hasta que llega un punto en el que la vida hace de las suyas y da un giro de 180 grados y te pone a ti frente a tu movil esperando un "buenos días". Que sí, que somos humanos, que somos gilipollas. Y lo peor de todo es que lo sabemos. Y que sentimos demasiado rápido. Pero también lo sabemos. Y que queremos encontrar a quien nos rompa los esquemas y nos haga sentir 1000000 cosas a la vez. Y vaya, cuando lo encontramos, nos damos cuenta de que no, de que que dos almas afines se junten es practicamente imposible y que somos inconformistas por naturaleza. Y por que preguntarás. Yo también me lo pregunto. Pero creo que al fin he encotnrado una respuesta posible: somos gilipollas. Si. Eso he dicho. Gilipollas. Lo tenemos todo y precisamente por eso queremos un cambio pero cuando no lo tenemos queremos un cambio. Es decir, siempre queremos mas. Siempre deseamos mas. 
Mi problema? Es que tu eres mi "más". 

domingo, 7 de junio de 2015

Aprender a vivir con ello

Empezamos como empieza todo el mundo, con miedo a lo desconocido, sin saber a qué nos enfrentábamos, sin saber si iba a ser un rato, un “para siempre” o un “hasta nunca”. Tampoco sabíamos qué podía significar o que podíamos sentir. Empezamos con ganas, construyendo algo que no se sabía hacia donde iba. Pero iba, eso estaba claro.
Ahora, después de todo este tiempo, seguimos igual que al principio. Sin saber absolutamente nada, sin querer entendernos ni escucharnos, sin necesitarnos el uno al otro para respirar. No sabemos si ir o venir, si hablar o no hablar, si sentir o no sentir. Por lo menos yo.
A veces pienso que tú tienes todas las cosas claras, que las has tenido todo el tiempo, que así como vienes tan embaucador como de costumbre te vuelves a ir en un silencio que para mí suena a tormenta. Así son las cosas y no sé desde qué perspectiva mirarlas. Tengo claro lo que pasa. Llegas con pasos de gigante en la Luna, como si no hubiera mañana para después desaparecer sin dejar rastro durante quién sabe, a veces son 2 semanas, otras 9 horas y otras 8 meses. Pero siempre vuelves.
Y yo sigo esperándote, y mira que me niego a admitir que me has calado hondo, que estás hasta en el más diminuto de mis huesos y que circulas por mis venas.
Y es que hay veces que lo he sentido. Eres como un terremoto que llega a mí para invadirme, deshacer cada pilar de mi vida haciendo temblar hasta el más estable de mis edificios. Que llegas y pones mi vida patas arriba, pero que si no estás no sé cómo hacerlo. Y pensándolo bien y con calma, los dos sabemos que realmente nunca has estado. Siempre has estado en un baile infinito entre besos que sabían a veneno y despedidas que mortificaban, en un sinfín de caricias que nunca terminan pero que activan hasta el más ínfimo de mis sensores. Y que me miras y se derrumba todo, el exterior no importa y el tiempo tampoco.
Que me miras a los ojos y te miro y los dos sabemos que no nos estamos mirando otra cosa que no sea el alma. Porque recorren por mi cuerpo miles de sensaciones que hacen estremecer a cada célula de mi cuerpo. Que me tocas y algo se activa, algo complicado, algo que me dice que eres tú mi motor, el que hace que me dé cuenta de lo muerta que he estado en tu ausencia comprendiendo que no se siente tan fácilmente.
Sonríe. Harás parar mi mundo. Me quedaré embobada mirándote el tiempo que haga falta y sonriendo como si no te estuvieras dando cuenta de que me están temblando las piernas como si estuviera bailando claqué.
Y que sí, que tienes razón, que la gente tiene razón. No eres normal. Todo el mundo lo sabe, tú también, yo también. Y aquí estoy, escribiendo algo que no te llegará nunca y en el caso de que lo haga, no te molestarás ni en leer.
Pero después de todo, después de todo el tiempo y después de cada fracaso contigo sé que no va a cambiar nunca, que estamos en un círculo vicioso que es eterno. Y que siendo sincera, me quedaría una eternidad contigo siempre que tú te quedases conmigo. Pero estoy despierta, aunque muerta cuando no estás, y sé que todo esto es tu juego perfecto, que te apetece entretenerte y que yo siempre te he dejado hacerlo. Entiende que me encanta tu juego, que lo jugaría hasta en el infierno, pero no me lleva a nada. Yo ya he comprendido que no puedo odiar al jugador.    
Con esto no quiero decirte otra cosa que Adiós para siempre. Va siendo hora de que coja las riendas de mi vida y no me deje llevar por tus fichas de parchís. Que si te cruzas conmigo no me mires, que si te apetece hablarme te contengas, que si te apetece jugar cambia las reglas. Que ya no me interesa esto y nunca más lo hará.
Una última cosa, tengo que reconocer que no sé a qué se deben todos mis sentimientos. Supongo que será algo que he ido construyendo poco a poco en mi interior en soledad, sin tu ayuda, y así me he quedado: sin ti.
Por esto, te quiero. Lo hago y siempre lo haré.
Sólo me queda aprender a vivir con ello.


jueves, 16 de abril de 2015

VIVE DE ESPERANZAS

Sí, eso he dicho. Vive de esperanzas y vive de sueños. Vive de momentos que ya han pasado y nunca se repetirán. Vive de sentimientos especiales que podrás volver a sentir si te lo propones. Vive de metas por cumplir, caminos que recorrer y calles que pisar. Vive, sí, de todo. Vive de lo bueno y de lo malo, de lo posible y lo improbable, de lo real y lo ficticio. 


Vive de aventuras y de sueños, también de los rotos. Vive de sensaciones, de canciones y de bailes. Vive de días y de noches, de lágrimas y sonrisas, de personas que se van y nunca vuelven, de personas que llegan y nunca se van. Vive de emociones, vive de rechazos, aceptaciones, decepciones y sinsabores. Aprende a vivir de una vez, con todo, con nada.


 Aprende a levantarte cada mañana con esa sonrisa que hace que cada persona que pasa a tu lado no pueda evitar devolvértela; a sonreír para que la vida te sonría, a aceptar la vida como nos venga. Aprende a dejar de sentir, a dejar de querer y a dejar ir a quien no se quiera quedar. Aprende a ver las pelis, llorando si quieres, a emocionarte sin preocuparte por el resto. Vive de cuentos de hadas, vive de ti misma, vive de historias inverosímiles junto a ese príncipe que apareció. 


Sigue viviendo M. Nadie te puede decir que no te hagas ilusiones, nadie te puede arrebatar lo que sientes. Algún día tendremos un ciervo al que mirar a los ojos y ver que todo tiene sentido, que nuestro vestido azul con un vuelo increíble nos hará tener el mejor baile del mundo.



 Mientras tanto, vive el ahora. Vive de esperanzas. Yo estaré contigo, riéndome contigo, llorando contigo. Lo que sea, pero contigo. Nada ni nadie puede quitarnos nuestra manera de disfrutar la vida, ni la esperanza, ni los sueños. Y aunque lo intenten, bueno, seguiremos riéndonos con la vida, como ella lo hace con nosotras. Eres mi persona M, no lo olvides.


P.

lunes, 5 de enero de 2015

Lo que me contaste mientras me hacía la dormida



Dormida. Así estaba cuando entraste sigilosamente en mi sueño, como si pertenecieras a ese lugar, como si tú lo hubieras creado, como si tú también estuvieras de verdad. Te pedí que me olvidaras en la vida real hace un par de meses. No me puedo quejar, así lo hiciste. Yo pensaba que estaba contenta con eso, que era lo que de verdad quería. Hoy me he dado cuenta de que no. Desde hace 8 sueños sé que no. No entiendo por qué irrumpes en mi cabeza, descontrolas mis constantes vitales y haces que suba mi tensión cada vez que apareces. Hasta en sueños. Me pregunto si el dicho “si sueñas con alguien es porque pensó en ti antes de dormir” será cierto. No creo.


El problema de todo esto no es que haya soñado contigo después de verte una noche, no. El problema es que cuando estás en mi cabeza, y yo dormida, no quiero que sea mentira, no quiero que sea algo que se vaya a esfumar cuando yo me despierte, no quiero que te vayas. Y si me desvelo y me despierto, cierro los ojos de nuevo muy fuerte solo para eso, ya ves que tonta, solo para volver a verte.

                                          


Y cuando estamos juntos otra vez, en mi sueño, pienso inconscientemente que igual no es solo mi sueño sino que es nuestro sueño, que igual tú estás soñando lo mismo, o bueno, eso es lo que quiero pensar supongo.

                                          

De lo que estoy totalmente segura es de la sensación tan extraña que tengo cuando estoy contigo en mi sueño, parece que sabes lo que haces, como si de verdad estuvieras ahí, como si  fuera un mundo paralelo que nos hemos inventado, tú y yo, los dos. En la realidad no podemos ni vernos por una serie de circunstancias. Igual en nuestro mundo sí. Igual no se acaba nunca. O, bueno, igual eso es lo que quiero.


domingo, 15 de junio de 2014

Contraataque

Al final todos somos iguales”. Esta frase se escucha constantemente en ascensores, bares, discotecas y cafés que albergan a amigas del alma reunidas comentando su excitante noche. Nos creemos que por respirar o caminar los hombres y mujeres somos similares. Nos creemos que podemos llegar a sentir lo mismo, que podemos llegar a necesitar lo mismo. Nos creemos que ambos queremos un “felices para siempre”. Pero, ¿es eso cierto o solo nos estamos engañando permanentemente?


 Está claro que hay muchos tipos de hombres, también de mujeres. Pero en definitiva todos se comportan en base a unos patrones. El primero, en el ámbito de la conquista: nos encantan las famosas “una de cal y otra de arena”. Sí, eso lo sabemos todos. Cuánto más encima estemos de un hombre, cuanto más le busquemos, cuánto más sienta que nos interesa, más se alejará de nosotras, más nos llamará única y exclusivamente cuando se aburra y más nos verá como un mero disfrute personal. De igual forma pasa con las mujeres. Si continuamente un hombre está detrás de su conquista, ésta acabará hartándose y agobiándose. Ahora bien, la teoría nos la sabemos, pero ¿y la práctica?


 ¿Significa que si un hombre o mujer no te habla al día siguiente ya no le interesas? ¿Significa que la famosa regla de los tres días (si no te habla tres días después de vuestro “encuentro”, olvídate, pasa de ti) es verídica? ¿Y si nos tiran demasiada arena en los ojos? Y otra gran pregunta, ¿sabemos cuándo tenemos que parar? Bien, pues no tengo ni idea de las respuestas. Hay gente que para justificarse diría: “eso nadie lo sabe porque cada persona es un mundo completamente diferente al anterior”. Claro, y como mundos diferentes que somos queremos conocer su mundo particular, ¿no?


 Pues no. Quiero decir, puede que os enamoréis tanto que hasta queráis compartir los espaguetis, las noches de tele o la almohada. Pero puede que hasta llegar a eso tengas que pasar por un duro proceso que irá haciendo que pierdas tu fe ciega en los amores de cuentos de hadas, en el príncipe que justo tiene la talla de tu zapato y que te da un beso que te salva de la muerte. En ese proceso debemos tener en cuenta, por norma general, que todos nos basamos en el mismo patrón: queremos conquistar y sentirnos conquistados. Cada uno a su nivel, cada uno sabe de lo que hablo.


 Pero llega una cierta edad en la que se necesita ir madurando, un poquito al menos. A algunas personas les llega, a otros parece que nunca les va a llegar. La duda que les asaltará a muchos  es si continuar o no, si seguir luchando en un campo de batalla continuo en el que no se sabe hacia dónde hay que disparar, si tomar una decisión u otra, si subir en ascensor cuando él/ella vaya por las escaleras, si pedir el café frío cuando él/ella lo haya pedido caliente. La duda es que no sabemos si debemos contraatacar.


 Y si finalmente nos decidimos y lo hacemos, ¿hasta qué punto  podemos llegar? ¿Cuánto tiempo podemos mantener el arma en alto? Está demostrado (personalmente) que no todos sentimos lo mismo en el mismo periodo de tiempo, hay gente que ni llega a sentir, como si te atropellara un tranvía. La duda es saber si va a merecer la pena imitarle y dejar los sentimientos a un lado hasta que se decida a madurar o si deberíamos seguir como estamos, sin cambiar nada. Pero todos sabemos dos cosas: la primera, si algo quieres algo te cuesta; y la segunda, lo que fácil llega, fácil se va.


viernes, 16 de mayo de 2014

Disparos a quemarropa

Hay veces en la vida en las que nos intentamos proteger. Intentamos levantar un muro que nos salve de todas las miserias que sentimos cercanas, que nos tape la vista, que nos impida ver con claridad. Pero de lo que no nos damos cuenta es de que nos equivocamos. Si nos protegemos en dirección norte, la bala irá directa a nuestro corazón por la espalda, en dirección sur; si levantamos ese muro en dirección este, seremos atacados por el oeste, de espaldas, sin darnos cuenta. 


Pero, entonces ¿cómo debemos protegernos? La solución más práctica sería una burbuja gigante. Meternos en ella y que nada nos permitiera equivocarnos, estaríamos aislados y no tendríamos que sufrir en ningún momento por traiciones y desengaños personificados que acaban siendo el nuevo argumento para un libro de Federico Moccia. Ahora bien, la pregunta es ¿merece la pena no equivocarnos? ¿Cómo sería la vida sin equivocaciones? Sencillo, sería aburrida, monótona, sin ningún tipo de sobresalto. Y somos seres humanos, diseñados para sufrir voluntariamente. Porque claro, si todo va como la seda algo falla, nos aburrimos y a otra cosa mariposa. Si las peleas son constantes, con sus correspondientes reconciliaciones claro, y en la relación predomina una de cal y otra de arena, ahí sí, ahí nos estaremos enamorando, seremos felices pero nos seguiremos quejando. 


¿Somos masoquistas? Quizás sólo estúpidos. Nos han enseñado que lo que fácil llega fácil se va, que si algo quieres algo te cuesta, que no hay mal que por bien no venga. Nos han enseñado que el camino fácil no conduce a ningún destino perfecto, que cuantas más piedras, baches, surcos, precipicios y pistoleros haya por el camino mucho más feliz acabarás siendo. 



  ¿Merecerá la pena pasar por un calvario para conseguir aquello que queremos creer? Puede que sí. Puede también que solo nos estemos engañando a nosotros mismos. Igual lo que deberíamos hacer es dejarnos de tanto Carrie y Mr Big y empezar siendo nosotros mismos. Empezar a escuchar Vis a Vis y saber que hay que dejar por escrito que no vas a abandonar, ya sabes, para asegurarte, para no recibir un tiro, para que no te disparen por la espalda. Para saber que ni el bueno es tan bueno ni el malo es tan malo. Para dejar claro que París siempre es una buena opción, que el postureo se lleva hasta un cierto punto y que perdiendo también se gana. Que donde hay fuego no siempre quedan cenizas y que si lo bueno breve, dos veces bueno. Que más vale prevenir que curar y que también hay que aprender a retirarse a tiempo. Ya sabes, para que no te disparen y no puedas seguir, para que puedas hacer lo que siempre has querido, para que puedas sentir lo que todavía no has sentido. Para ser feliz. 


Mientras tanto seguiremos sumergidos en amores que rozan el crimen pasional, en tardes de helado contándoselo a nuestras amigas rezando para que vuelva, en respuestas que ni dicen si, ni no, ni blanco ni negro. Eso sí, felices por habernos cruzado en nuestro camino con un experto tirador.


 PD: para todos los que alguna vez han disparado a quemarropa, para todos los que han sufrido el disparo: tú no eres los errores que has cometido, tú eres cómo los has solucionado.



martes, 25 de marzo de 2014

Nada podrá cambiarte

Algún día me he parado a pensar en lo que hace el tiempo. En un año puedes ver tu vida dada completamente la vuelta; en 10 años puede que sigas igual o puede que en un minuto tu vida cambie radicalmente. 


Puede que en un abrir y cerrar de ojos ya no seas quien eres. Puede que en un segundo te des cuenta de todas las cosas, de que las historias interminables siempre tienen un final, de que los amores de verano son pasajeros y de que no puedes acabar algo que nunca empezó. Puede incluso que te des cuenta de que no existen las medias naranjas, de que los príncipes azules no vienen a caballo y de que debajo de la lluvia también se puede llorar de alegría.


 Puede que solo en un instante todo de un giro radical de 180º. Puede que seas feliz, puede que no, puede que te rías, puede que llores. Puede que te cruces a alguien especial, puede que no. Pero así somos nosotros; seres impredecibles pero calculadores, románticos pero no empalagosos, felices pero no estúpidos.


 Nos damos cuenta de las cosas. De los “sí” y de los “no” enmascarados con un “puede” o “ya veremos”. De los “luego te veo” dándonos cuenta que eso es lo que hacemos, dejarlo todo para “Luego”. De que no hacemos nada aquí y ahora. De que el aquí y ahora está sobrevalorado. De que no tenemos prisa en hacer las cosas pero sí en que las hagan. De que no sabemos qué queremos ser exactamente pero tenemos muy claro lo que no queremos ser. De que te has cansado de jugar. De que lo que para ti ha sido un “todo” para él ha sido un “nada”. De la diferencia entre “es una más” y “es ella”. De que no valoramos lo que un día tuvimos hasta que reconocemos que lo hemos perdido. De que tendríamos que espabilar. De que hay veces que es necesario reaccionar a tiempo, porque todo lo que tardes es tiempo perdido.


 De que las mejores historias están  por contar, las mejores canciones están por escribir y los mejores besos están por dar. De que cada historia tiene diferentes puntos de vista y ni el tuyo ni el mío es el verdadero. De que los mejores amigos son para siempre y quien diga lo contrario no sabe lo que es un mejor amigo. De que vale mucho más una copa en buena compañía  en un antro que un copazo decorado por un diseñador de interiores con un completo desconocido.


 De que los mejores tiempos son los que nos han tocado vivir. De que los mejores besos no son premeditados y de que los mejores consejos no se dan sobrio. De que es mejor solo que mal acompañado. De que París siempre será París. De que “nosotros” nunca existió. De que siempre fuimos “tu” y “yo”. De que los “te quiero” no se predican a los cuatro vientos y de que los mejores detalles no son materiales. De que el tiempo pasa y el mundo estaba antes que tu. De que tienes que hacer algo. De que tienes que hacerlo ya. De que, por mucho que lo niegues,eres así y nada podrá cambiarte.